PERSONAJES Y MEMORIAS DEL MOVIMIENTO CRISTERO EN COLÓN.
Marchemos los alzados de esta aguerrida grey, gritando entusiasmados que ¡Viva Cristo Rey!
El día 4 de febrero de 1928, el pueblo de Colón se levanta en armas, entre gritos de ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! cerca de cien hombres salen del rancho el Derramadero a la toma de presidencia municipal, con máuser en mano, marchan por la calle principal y al llegar al Santuario de Soriano, se postran a los pies de la Virgen de los Dolores, pidiendo su bendición; se escuchan los primeros balazos en el jardín de la Unión, para luego tomar la casa del presidente y repicar las campanas de los templos al tomar Colón.
Al siguiente día salen con rumbo al Cerro del Zamorano, iniciando la lucha por la defensa religiosa, reclutando más gente y reuniéndose con otros jefes militares del estado de Querétaro; este movimiento involucró hombres, mujeres, jóvenes, de este pueblo, como los tres hermanos Miranda activos cristeros; o las familias que en su interior estaba el cristero, el jefe militar y el sacerdote, como el caso de los hermanos Gutiérrez.
La mayoría de los habitantes simpatizaron con el movimiento, por lo que se organizaron para no dejarlos solos en las penurias del cerro, había quienes les llevaban las gordas, les hacía las carrilleras, o los arrieros que, a escondidas, introducían las cartas, comida, armas, ropa.
Entre los personajes destacados se encuentran Don Manuel Frías (General) Norberto García (Coronel) J. Jesús Hernández Nieves, los hermanos J. Jesús y Salvador Morales (Teniente), Agripina Montes, posteriormente conocida como "La Corónela", además de José Vázquez, uno de los cristeros más jóvenes, pues con tan sólo 17 años se encuentra ya con máuser en mano y a las ordenes del Teniente Salvador Morales.
Manuel Frías
A la entrega de armas regresa a Celaya donde vive una vida pacífica en su rancho, dedicándose a las labores del campo…
Norberto García de la Vega
Norberto García, hijo legítimo del señor José García y de la señora María Dolores de la Vega prósperos comerciantes de esta villa. Nació en Colón, Qro., en la esquina que forman las calles Madero y Álvaro Obregón. En 1928, Primer Regidor del Ayuntamiento de Colón y en 1930 Presidente Municipal por el PNR. Se sublevó contra el gobierno de Plutarco Elías Calles. Miembro de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa. Como muchos jefes Cristeros, Norberto fue sacrificado por el Gobierno después del armisticio, la mañana del domingo 8 de agosto de 1937, es asesinado al salir de misa, en una de las esquinas que forman las calles Aquiles Serdán y Álvaro Obregón en Colón, Qro.
Se sabe que participo activamente en la toma de Colón, en los combates de Calabazas (hoy Ejido Patria), el Cerro del Milagro y Ocotillos.
De su asesino tenemos la narración de Don Antonio Nieves Ferruzca, recopilada en los apuntes de Don Marciano de León Granados, que serían base para la edición del libro “Cristeros, bajo el cielo fiel de Querétaro”, del Prof. Ramón del Llano. “Juan Reséndiz fue quien mató a Norberto; él fue el autor material. La autora intelectual fue María Rivera, quien vivía en Bernal en casa de Don Aurelio Montes y vestía a la usanza Villista: tejana, camisa y pantalón color beige; calzaba botas de color café y portaba carrillera y pistola. Aurelio Montes les entregó a los hermanos Arteaga, de Colón, a la asesina intelectual, y estos la mataron, aproximadamente por el Crucero de la Carretera Bernal- Ezequiel Montes.
Sin embargo, existen otras opiniones sobre el tema como la de Don Arnulfo Cabrera Vázquez, quien dice lo siguiente: María Rivera no fue la autora intelectual de la muerte de Norberto. María era un agente que hacía propaganda en estos lugares a Saturnino Zedillo de San Luis Potosí, que se sublevó contra el gobierno en esa época. María ofrecía dinero haciendo proselitismo para que las gentes se adhirieran a la sublevación del General ya citado. Don Arnulfo cree que si no fue el gobierno el que asesino a Norberto, fueron los sublevados que andaban ya después del rendimiento y que capitaneaban Faustino Martínez y Clemente Sánchez.
De este trágico asesinato hay narraciones que nos permiten conocer en detalle lo que sucedió la mañana del 8 de agosto: Era domingo, salían de misa chiquita. (Así se llamaba la primera misa, que se celebraba a las 5 de la mañana, en el templo parroquial). Yo estaba parado en el zaguán de mi casa, cuando oí muchos disparos de pistola. Me dirigí al lugar donde escuché los disparos: (Esquina Álvaro Obregón y Aquiles Serdán) y al llegar, vi tendido en el suelo a Norberto García. Todo era confusión: la gente que salía de misa corría asustada.
Por la calle Nueva (hoy Aquiles Serdán), vi a dos hombres que corrían rumbo a la Canoa (aún estaba medio obscuro). Solamente su Mamá (María Dolores de la Vega) y su esposa (María Frías, hija del General Manuel Frías) estaban junto al moribundo, yo pensé: -No tengo nada que hacer aquí, mejor voy por el Padre-. Me fui al curato para avisar al Señor Cura Frías, el cual salía ya, y se encaminaba al lugar de la tragedia.
Cuando llegó el Sacerdote, el moribundo aún estaba con vida; porque murió media hora después.
La postura del cuerpo era la siguiente: frente a las ventanas, (de la hoy farmacia Santo Domingo) abajo de la banqueta, boca arriba y con la cabeza hacía el oeste. La sangre del herido se revolvía con el agua que corría bajo la banqueta (cuando se celebraba la misa estaba lloviendo).
Sus funerales y el sepelio estuvieron muy concurridos. Llegó mucha gente importante de Querétaro y de otros lugares, miembros de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa. El Licenciado Constantino Maldonado, compuso un Acróstico, que leyó como oración fúnebre. Hubo también otros oradores.
Y don José añadió: Norberto caminaba esa mañana con su Madre y su esposa. Venían de misa y de comulgar. Dicen que cuando pasaba por el puente, un hombre que llevaba un joronguito se fue detrás de ellos y fue el que muy cerca, y por la espalda, le disparó.
Después, el cuerpo fue trasladado a la casa de su tío Felipe Vega, hermano de su Madre, que está enfrente de donde fue herido. Allí acabó de expirar, en una pieza que está al lado poniente del pasadizo de la casa.
Recuerdo muy bien cómo iba vestido Norberto esa mañana: con pantalón de peto y chaqueta larga de mezclilla, todo de color azul.
Doña Agripina Montes
“La Coronela”, nació en Colón en el mes de junio de 1895, en el muy popular y conocido barrio de Soriano, frente al Santuario de la Virgen de los Dolores, en la esquina que forman la calle Francisco I. Madero y Plaza Soriano, fue registrada a las 10 horas del 22 de julio del mismo año, sus padres fueron Febronio Montes y Margarita Valdelamar. Agripina fue estudiante en la Normal, como pocas mujeres de su época tenían la oportunidad de estudiar, también fue una de las primeras mujeres que manejaban su propio carro (marca Dodge). Mujer de gran arrojo y valentía, francamente hermosa, participó en la Cristiada contra las medidas del presidente Calles.
Jean Meyer nos dice de ella: "Agripina Montes, la Corónela, a quien los federales imaginaban a la cabeza de las tropas de la Sierra Gorda, quizá no era un caudillo guerrero, pero organizó el alzamiento de Manuel Frías, en Colón, y los propagó por toda la región con una energía absolutamente militar".
Narra su participación el día del Levantamiento: “El día de la insurrección yo no salí a la calle, me quedé en el rancho El Derramadero a cuidar los choferes y cargadores de los carros; estuve con mi arma sentada en la ventana de un cuarto que quiero ir a fotografiar como recuerdo. No sé lo que sucedió en la calle”. “En el Derramadero, yo vestía un pantalón de mezclilla que me dio Norberto. Traía también botas, carrillera y sombrero. Yo tenía 33 años de edad. Julián Bustamante, mi primo, siempre andaba conmigo, yo le decía "mi hermano". Hace ya trece años que murió”.
“El día en que nos levantamos en armas, llegamos hasta Tulillo. Estoy muy agradecida con Emilio y Juan Zarazúa por las atenciones que tuvieron conmigo, porque don Manuel Frías y Norberto me trataron muy mal. Yo me fui al cerro con los Cristeros porque mi intención era asistir a mi Señor Cura don Rafael Álvarez, el cual fue fusilado el 29 de febrero ¡Ni un mes nos lo dejó Dios!, en el cerro, yo les ayudaba en la cocina: hasta hacía tortillas-.
El levantamiento de Colón coincidió con la sublevación Cristera del Valle de Santiago, Gto. -De la Liga nos ordenaron que levantáramos la vía del tren en la Estación Noria, para impedir la llegada de tropas militares a Valle de Santiago. Este pueblo está en el Plan y había que darles tiempo a los rebeldes para que tomaran la sierra, que está lejos. No sé si los de Colón lo hicieron, pero los de la Cañada, más adelante, sí lo llevaron a cabo-.
-Yo anduve con los Cristeros de Colón hasta el 31 de julio de 1928 y me encontré en el combate de las Calabazas (hoy es Ejido Patria).
En las Calabazas, cuando estaba el combate, mandé a Julián, mi primo, por mi mula; pero la caballada ya la tenían los soldados. Perdimos entre 20 y 30 caballos. Durante el combate me di cuenta que estaba sola: ¡Ya todos habían corrido!. En medio de una lluvia de balas, bajé para la barranca de Los Pilones y logré escaparme, solamente me agujeraron la copa del sombrero.
En el cerro del Mexicano pasamos tres o cuatro días, nuestra casa era un garambullo. Me acompañaban algunos dispersos: Francisca Martínez, (esposa de Pancho Reséndiz de Colón), Ciro y Luis Vázquez (de Querétaro), Antonio Morales de Colón, que después fue Sacerdote en Cholula, y José Hernández, del barrio de San Antonio en Colón-.
Acompañada de José Hernández, atravesando cerros, llegamos hasta Bernal, en donde nos atendió de maravilla Moisés Cabrera, encargado de la Cristeada en Bernal, hoy ya difunto (añadió después de un rato:) –“Pienso llevarme sus restos al Cerro del Cubilete en donde están sepultadas las cenizas de muchos Cristeros”-.
En Bernal me prestaron unas enaguas y, ya vestida de mujer, (porque traía pantalones), nos fuimos a la estación de San Nicolás y ahí tomé el tren para Dolores Hidalgo-.
-En San Nicolás me vio Joaquín Ontiveros que había sido comandante en Querétaro y que tenía la comisión de apresarnos. Ahora –Joaquín- vendía en los trenes ópalos de la Mina del Iris de Esperanza, Colón Qro.
Aunque nos miraba, Joaquín no nos delataba porque era nuestro pariente. A Norberto también lo vio algunas veces y no lo denunció-.
De Dolores Hidalgo, me fui para la Hacienda de la Sauceda, en donde estaba el General Posada. Y más después me fui para Jalisco-. Después de una pausa continuó: -También me acuerdo que al otro día del levantamiento de Colón, la Prensa de México publicó mi nombre y me tomó como jefa de la insurrección. Esto les causó envidia a don Manuel y a Norberto. Llegaron, incluso, a levantarme falsos entre Julián (mi primo) y yo-.
Cuando los soldados llegaron aquí a Colón, le platicaban a toda la gente: En este combate de las Calabazas, acabamos a todos los Cristeros, miren aquí traemos toda la caballada.
Dicen que también mostraban la mula, el arma, y de una bolsa sacaban y enseñaban burlándose, los calzones de Agripina Montes.
De la Coronela existen opiniones a favor y en contra, a continuación las menos favorables:
"Nosotros estábamos a las órdenes de Don Manuel Frías y otros jefes, pero nunca al mando de Agripina." "Yo nunca supe que tuviera algún grado”. (Don Rosalío Miranda – Cristero – 1977).
“Hubo una junta de jefes y de Cristeros y le pidieron al General Frías que la retirara del grupo. Era muy buena para tirar, esto no se discute, pero en las Calabazas hasta la carabina 30, 30, dejó en la mula”. (Antonio Nieves Ferruzca – Cristero – 1975)
"Los soldados, en el combate de las Calabazas, nos gritaban muchas majaderías alusivas a Agripina Montes. Cuando la separaron del grupo se acabó ese problema”. (Hilario Camacho – Cristero – 1973)
A continuación las opiniones de elogio hacia La Coronela:
"Don Alfredo Hernández Quezada, Jefe Nacional de la Guardia Cristera, opinó el día que me visitó en Colón: Agripina es una gloria de Querétaro y de Colón, fue una gran jefa Cristera." (11 de marzo de 1993)
Una religiosa francesa, compatriota de Santa Juana de Arco, en un acróstico que le dedica a Agripina Montes la nombra "La Juana de Arco Mexicana", la llama gran liguera y defensora de la libertad religiosa. Tomado de la Revista “DAVID”, órgano oficial de la Guardia Cristera.
El General Frías cuenta: “A la señorita Agripina la conocí a fines del año pasado (1927) en el pueblo de Colón. Trabajando con verdadero valor y entusiasmo por la causa, y como en su casa se verificaban mis entrevistas con los organizadores del grupo libertador, en dicho lugar, y además en su casa se estuvieron almacenando pertrechos que ella misma compró y condujo para que sirvieran a dicho grupo, al tomar Colón la noche del 4 de febrero (1928) acatando órdenes de esa superioridad se nos incorporó, pues era, de momento, el único medio de salvar su vida y permaneció con nosotros hasta el 31 de julio, fecha del combate de las Calabazas, habiendo sufrido con verdadera abnegación las penalidades inherentes a la campaña; pocos días después acatando órdenes del General Ortiz abandonó estos lugares para desempeñar comisiones propias de su sexo”.
Alfredo Guerrero Tarquín, agrarista nativo de San Luis de la Paz, Guanajuato, enemigo implacable de las huestes cristeras de la Sierra Gorda, dice haber conocido en diversos combates tanto a Agripina Montes como a Guadalupe Chaires. De esta afirma que la llamaban la Generala, aunque en realidad tenía el grado de coronela cuando salía a encabezar a su grupo de mujeres en armas (Guerrero Tarquín, 1987: II, 40, 54). De Agripina reconoce primero que era guapa, luego la califica como “especie de marimacho” y “mocosa armada”, pero termina elogiándola: “Esta famosa cristera gozaba de un gran prestigio entre los fanáticos, y su acción serviría para estimular a los reacios y provocar otros movimientos” (1987: I, 326).
La Srita. Agripina Montes, después del rendimiento, porque la perseguían, se cambió su nombre por el de Josefina Pérez y, Pablo Castillo, fue el nombre de Julián Bustamante, su acompañante que era su primo inseparable. Agripina Murió el 8 de marzo de 1985, en el convento de Azcapotzalco de las Madres de la Inmaculada Concepción de María.
Sus cenizas se encuentran sepultadas en el panteón Jardín en México, D.F., en una cripta de las Madres Concepcionistas, cerca del lote de los Artistas.
José Vázquez Juárez
En 2010, un sábado por la mañana, emprendimos el Prof. Alfonso Bárcenas y un servidor, el viaje hacia la comunidad del Zamorano, con la intención de conocer y, de ser posible, entrevistar a uno de los sobrevivientes de la lucha Cristera, Don José Vázquez.
En el Zamorano, nos dirigimos a la Iglesia del lugar, continuando el camino hasta llegar a unas casas de la lomita, donde preguntamos por Don José, donde una pequeñita se ofreció a mostrarnos el domicilio y conducirnos hasta él.
Un grupo de niños jugaban alegremente a la entrada de la casa, después salió una señora que al preguntar por Don José, comento que casi no oía ni veía bien, sin embargo accedió a comunicarle nuestra presencia, tras varios minutos, lo vimos acercarse con paso lento apoyándose en su bastón y tomado de la mano por su nuera. Al acercarse, lo saludamos y pregunto nuestros nombres, en mi caso le dije el nombre de mis abuelos, a quienes identifico plenamente; los niños trajeron sillas y tomamos asiento, de inmediato pregunto, con voz entrecortada, el motivo de nuestra visita, y hablándole fuerte al oído se le dijo que queríamos saber de los Cristeros, a lo que sonriendo dijo: “Soy el último”.
A continuación fragmentos de las entrevistas realizadas, donde nos proporciona los datos personales y sus recuerdos del movimiento armado: Don José Vázquez Juárez, nació en los Charcos, Tierra Blanca, Guanajuato, en el año de 1911; sus padres fueron Salvador Vázquez y Jesús Juárez. Aprendió a montar y a disparar en la casa paterna, pues su papa tenía caballos y armas. Participo en el Levantamiento de Colón el 4 de Febrero de 1928, asistente personal del Teniente Salvador Morales, a la entrega de armas en 1929 fue carbonero, se caso y tuvo 9 hijos, los cuales ya han fallecido, al igual que su esposa. Vivió en Colón cinco años y después se fue a vivir al Zamorano.
Se enlista en el movimiento a la edad de 17 años, siendo uno de los más jóvenes desempeñándose como asistente personal del teniente Salvador Morales. Recuerda con mucho entusiasmo el combate del cerro del Milagro (El palmar) acontecido el lunes 15 de octubre de 1928. “Al amanecer íbamos de avanzada Antonio Nieves, Cirilo Montoya, Fidel Pacheco, Andrés Navarro y yo, cuando nos encontramos de cerquita a los soldados, nos tiraron pero no mataron a ninguno, esto fue el milagro, nos escondimos en la cerca. El capitán de los soldados se llamaba Baltazar Leyva. Llegamos a la puerta del milagro, ahí le dieron un balazo a un muchacho, un rozón, pero no paso nada. En la noche como a las diez, que ya no veían, al sonido de la 45 nos fuimos, nos quedamos yo y don Otilio Gutiérrez hasta quince días después dimos con la gente de vuelta. En todo el movimiento murieron pocos, fueron más soldados, en las calabazas fueron tres, en charcas fueron cuatro, en ocotillos no me acuerdo…
“Después, nos fuimos al habanero, no en ese tiempo había mucha persecución de los cristeros, ahí no está como este pinal, este es muy fácil de andar, no aquel esta muy feo para andar, mucho monte cerrado de muchas ramas, de villagarros, caminos cerrados, cañadas, porque caminábamos por las lomas no por los caminos y le sufríamos. Éramos mucha gente unos en un filo del cerro otros en otro filo, para que no nos cayera el gobierno, no nos íbamos en bola, éramos muchos grupos… Había un gordero como Don Higinio, que nos llevaba las gordas, la gente no las regalaba”.
“En el cerro pasamos hambre, frio, sed, nos acostábamos sobre las lajas para descansar y nuestras cobijas estaban todas rotas, unos sin huaraches, mujeres no había con nosotros nada más Agripina pero después se fue a México, no podíamos prender lumbre para que no nos vieran los soldados, las gordas no las comíamos duras y comíamos tunas o garambullos”
Recuerda a algunos participantes, entre ellos al General Manuel Frías, Norberto García de la Vega, Agripina Montes, José Arteaga, Salvador Morales, Juan Carranza. De La Coronela relata: “Era una mujer grandota, yo la conocí y bien conocida, era hija de don Pedro Montes, andaba con nosotros como cualquier hombre, muy buena para el balazo, en nuestro grupo no había más mujeres, pero en Tierra Blanca y Victoria había dos jefas que juntaban las tortillas en los ranchos para llevarlas a los del movimiento”.
Yo nunca sentí miedo el olor a pólvora hacia no temerle a nada, siempre fui de avanzada,
Entrega de armas… cuando nos dijeron que nos rindiéramos entregamos las armas más viejas… las demás están guardadas en el cerro, sólo éramos cuatro personas quienes sabíamos donde están, los demás ya murieron sólo quedo yo.
Un momento emotivo fue cuando entono algunas estrofas del Corrido del Levantamiento Cristero y recordó a uno de sus autores: Porfirio Contreras. Al preguntarle si le tenía miedo a la muerte dice: “Ni quien lo sintiera, no se siente nada, solo el olor a pólvora”. Ni un trago de vino, pulque nada, a puro cuerno limpio entrabamos en combate.
Continua diciendo: “Viví en Colón como cinco años después me vine al Zamorano, donde trabaje en el carbón por más de treinta años, llegue aquí en el treinta y seis y próximamente, si Dios quiere, cumpliré cien años el 19 de marzo de 2011”.
Cien años…
El día por fin llegó y la mañana del sábado 19 de marzo de 2011, Don José, a paso lento y apoyado en su bastón, se dirige a la pequeña iglesita del Zamorano, que el mismo ayudo a construir y en compañía de sus familiares da gracias a Dios por sus cien años de vida, al término de la celebración eucarística se toma la foto del recuerdo: yernos, nueras, nietos, nietas, bisnietos, bisnietas… rumbo a su casa, espacio rodeado de nopales, cercas de piedra, flores de todos colores y sonidos de animales domésticos, se recibe a Don José con las tradicionales mañanitas, con músicos de la comunidad entrados ya en años; dónde recibe de compañeros de la tercera edad el abrazo efusivo entre lágrimas y palabras de aliento; después a sentarse a la mesa; el rico aroma a mole inunda el ambiente; los músicos siguen tocando al festejado y es tanta la alegría que algunas señoras sacan el sentimiento entonando aquellas canciones de antaño que vuelcan el corazón en alegría y gozo… no falta el baile y las ganas por vivir… en la mesa principal un pastel decorado que dice: 100 años de lucha y perseverancia, gracias por tu enseñanza y entre los regalos uno de especial agrado de Don José un jorongo de lana con grecas y herraduras… cien años y aún se escucha ¡Viva Cristo Rey!.
QUE INTERESANTE RESUMEN DE LA LUCHA CRISTERA QUE SE DIO A LAS CERCANIAS DE COLON, Y EN HONOR A AQUELLOS QUE DEFENDIERON SUS CREENCIAS, CON SU VIDA. ADMIRABLEMENTE.
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